miércoles, 22 de enero de 2014

Reflexión ciudadana sobre Michoacán y las Auto-defensas

Aunque los fariseos políticos (que nunca velan por la aplicación de la Ley para con el inocente y el beneficio social común sino solo de particulares, empresarios y sí mismos) se rasgan vestiduras ante el crecimiento y presencia de las autodefensas y policías comunitarias aludiendo al artículo 17 Constitucional en su párrafo 1, olvidan esos mismos que la misma Constitución Mexicana señala ANTES que cualquier otra ley lo siguiente en el Título primero, Capítulo 1, Artículo 1:

“En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.


Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia.


Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la OBLIGACION de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.


Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.


Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”

Esos mismos políticos y “analistas” (cómodamente sentados en un escritorio forrado de piel viviendo en zonas lujosas y seguras de la capital) pasan de largo la realidad que es bien conocida y permanente desde hace años enteros en las zonas rurales donde la gente es humilde, incluso pobre y no tiene seguros de gastos mayores, ni Internet y peor aún, viven en casas de cartón, madera y frío cemento sin servicios básicos u ordenados a expensas de lo que caciques, policías y empresarios corruptos (nacionales y extranjeros), burocracia institucional y de paso, extorsiones, secuestros, asesinatos de grupos armados conocidos que violan abiertamente todos los incisos señalados en el artículo ya visto.

Tal vez se puede uno “acostumbrar” a no tener lo que otros por causas sociales tienen, a no comer bien e incluso al estilo de Gobierno de cada sexenio pero es muy difícil acostumbrarse a perder en medio de la total impunidad las pocas propiedades y dinero que se poseen y sobre todo familia, amigos y la paz del día a día en medio de un ambiente de terror e incertidumbre.

Como siempre, son aquellos que menos tienen y aquellos a quienes los citadinos despectiva y cómodamente llamamos (todavía en pleno siglo 21) “indios”, “nacos”, “rancheros” quienes tienen el valor de no solo estar opinando y diciendo sino de actuar.

La Constitución Mexicana establece también en su Artículo Segundo lo siguiente respecto de los Pueblos Indígenas hermanos:

“La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas. Son comunidades integrantes de un pueblo indígena, aquellas que formen una unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.

El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional. El reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas se hará en las constituciones y leyes de las entidades federativas, las que deberán tomar en cuenta, además de los principios generales establecidos en los párrafos anteriores de este artículo, criterios etnolingüísticos y de asentamiento físico.

A. 
Esta Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía para:
I.

Decidir sus formas internas de convivencia y organización social, económica, política y cultural.
II.
Aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus conflictos internos, sujetándose a los principios generales de esta Constitución, respetando las garantías individuales, los derechos humanos y, de manera relevante, la dignidad e integridad de las mujeres. La ley establecerá los casos y procedimientos de validación por los jueces o tribunales correspondientes.
III.
Elegir de acuerdo con sus normas, procedimientos y prácticas tradicionales, a las autoridades o representantes para el ejercicio de sus formas propias de gobierno interno, garantizando la participación de las mujeres en condiciones de equidad frente a los varones, en un marco que respete el pacto federal y la soberanía de los estados.”


La misma Constitución Mexicana establece en su artículo 87 el artículo de juramento que todos los Presidente de la Nación hacen y deben hacer al momento de recibir la investidura presidencial. Dicho juramento lo hacen ante el Congreso como Representante de la Nación toda a la cual se someten para servir. Dicho juramento incluye la conocida sección: “Y si así no lo hiciera, que la Nación me lo demande”.

No se trata de atacar a un partido o persona particular sino señalar que ante la evidente omisión e incapacidad de quienes han estado y están en el poder y facultad de servir y proteger a la nación, la nación desde luego debe despojarse de paternalismos políticos y actuar dentro del marco no solo nacionalmente legal sino además, inherente al Derecho Internacional y universal de los seres humanos: Preservar su vida y su dignidad.

Aunque ciertamente del río revuelto muchos pueden tomar ventaja, es responsabilidad y deber de la nación misma velar porque no sucedan los excesos. Los ciudadanos debemos dejar de juzgar el libro solo por la portada en base a las emociones y primeras impresiones (que los noticieros se encargan de enfatizar y promover mediáticamente desinformando a la población) sino en base al entero contexto histórico y social de una situación. Es como rasgar vestiduras por la mujer en esa esquina que ofrece sus servicios sexuales al mejor postor señalándola, creando toda clase de sospechas y juicios contra ella sin conocer TODO lo que está detrás de ese más visible hecho.

No se trata de promover la ley de la selva, el “ojo por ojo”, ni un levantamiento emocional en armas solo para presumir de “justicieros”. Se trata de que los ciudadanos dejemos de estar echando toda la responsabilidad de la aplicación de la justicia en los Gobiernos y de la información en los Noticieros. Se trata de informarse, de organizarse, de buscar la real aplicación de la Ley y la Justicia. De ponernos en los zapatos del que sufre, del que ha perdido a sus hijos, a sus padres, sus casas, sus propiedades, sus ahorros y su dignidad a manos de gente corrupta, cruel, insensible. A veces vestida de negro, enmascarada. Otras veces vestida de policías, soldados y hasta trajes y corbatas.

Se trata de no solo levantar los hombros y decir “Si, pues…así es México”

Mientras esos fariseos políticos y sus cómplices conductores de noticieros o columnistas editoriales enfatizan en la punta del iceberg aludiendo a la “legalidad”, “la ley” y la “paz” somos los ciudadanos, políticos, policías, soldados, empresarios e intelectuales sinceros los que debemos poner la lupa en las causas de raíz. En la causas, no solo en las consecuencias.

¿Qué está fallando en nuestros sistemas de Gobierno que se da pie a que el Pueblo tenga que tomar la decisión de defenderse por sus propios medios?

¿Qué intereses ocultos nacionales e internacionales salen beneficiados de la compra de armas, municiones, accesorios, tecnología y demás detrás de los grupos armados (civiles y criminales)?

¿Qué estamos haciendo o dejando de hacer los ciudadanos en general para promover una Nación desigual, enferma moral y socialmente?

¿Qué resultados reales trae el desarme del pueblo si los criminales siguen impunes, prófugos y al acecho de las comunidades debido a la falta de vacíos legales y programas serios de protección ciudadana al largo plazo?

La violencia engendra violencia es verdad.
Nuestros Gobernantes no pueden seguir manteniendo una política de “combate”, “guerra” y “lucha” en la más primitiva y física extensión de la palabra contra la delincuencia sin atacar las otras columnas que sostienen a cualquier grupo criminal: Sus fuentes de ingresos, sus cuentas bancarias y además, sin la adecuada y real aplicación de justicia y sanción.

Hasta el mismo Sun Tzu establece que el verdadero arte de ganar una guerra, una confrontación es precisamente evitándola. Vencer al enemigo es cuestión de estrategia más que de embate físico y frontal e incluso de recursos bélicos.
Los Estados Unidos lo saben: Las últimas guerras del siglo moderno (provocadas, estimuladas o financiadas incluso por ellos –incluido nuestro México-) no han requerido en muchos casos la presencia física de sus tropas. Logran magistralmente que sus objetivos se ataquen entre ellos, se dividan, consuman sus recursos y se desgasten llegando a la final meta: La rendición, el sometimiento.

En México no es asunto de proyectar más presupuesto a la compra de armas, tecnología y cámaras de seguridad lo que asegura tranquilidad de su población si primero no se tiene una estrategia clara y a nivel mental, emocional y administrativo que sustente las acciones físicas.
Salir corriendo a desarmar al pueblo organizado (realmente por temor a una rebelión social al corto y mediano plazo más que por temor a los grupos criminales) mientras se sigue manteniendo una actitud reactiva, desorganizada e incluso coludida ante la delincuencia solo refleja un estado desesperado de mente y corazón.

Criminalizar y señalar al pueblo armado pero principalmente ORGANIZADO (de hecho mucho mejor y con menos recursos financieros y bélicos) solo porque deja ver que el Estado de Derecho manifiesta enormes grietas y agujeros ya inocultables resulta cobarde, innecesario y por demás mal enfocado. Venga de parte de autoridades o ciudadanos.

“¿De dónde sacan las armas?” 
“¿Quien los financia?”
“¿Quien los entrena?”
“¿Cómo sabemos que son <buenos>?”
son seguramente las mismas preguntas que se hicieron en el D.F. cuando supieron que Zapata y Villa lideraban a cientos de mexicanos cansados de pobreza y marginación.
Por fortuna, no existía aún Televisa o de lo contrario, tendríamos una entrevista editada y falseada de López Dóriga con Zapata.

De nuevo se confirma que el paternalismo político aprendido a lo largo de los años sigue inyectado en las venas de nuestro bofo nacionalismo que solo sabe quejarse, demandar soluciones y culpar a los demás pero esconde bajo una cara de “civilidad”, “modernidad” y “democracia” el miedo a perder su estabilidad y sacrificar tiempo, dinero y esfuerzo pese a que un grueso de la población se queja y lamenta públicamente de sus políticos, de sus impuestos, de sus corruptelas y sus formas de gobernar.

Los ciudadanos dicen querer “cambios” pero les temen una vez que estos comienzan a manifestarse o cuando tienen forma violenta  o incómoda de suceder. Entonces, hacemos pausas y largas reflexiones sin conclusión; atemorizados y temerosos de los costos implícitos pasando de largo el beneficio de las consecuencias finales.

Entonces, los ciudadanos promedio renuncian a la verdadera libertad a cambio de la idea de cómo pueda ser esta si se le alcanzara.

En la libertad como en el dinero, abandonamos si hay que sudar, si eso nos cuesta comodidades de corto plazo.

Aplaudimos que en Grecia o en Egipto la población civil salga a las calles y sus niños, ancianos, mujeres salgan y se rebelen contra imposiciones gubernamentales o criminales que los dejan sin trabajo y dignidad pero nos atemoriza que eso suceda donde vivimos. Y donde vivimos las mismas cosas además.

No es ningún secreto tampoco que una parte de los grupos llamados “defensas” son en realidad grupos paramilitares con permiso oficial para desarticular grupos armados de índole criminal o civil. Es conocida la estrategia o “Plan Naranjo” que regresó a México a los años 70 con aprobación del Revolucionario Institucional aunque recientemente HRW se dio a la tarea de defender extrañamente la figura de Naranjo


Tampoco es secreto que en el río revuelto, grupos armados contrarios se han hecho pasar por “defensas” para invadir territorios de su competencia que de otra manera les hubiera tomado más tiempo, balas y vidas.


Son aquellos que han perdido realmente todo o a quienes amaban completamente quienes saben que no pueden seguir perdiendo más y desde el fondo de su más sincero miedo, surge precisamente su valentía. Claro, hablo ahora de las GENUINAS auto-defensas y policías comunitarias que siguen siendo compuestas por humanos, propensos a equivocarse, a ser manipulados, a violentarse, a inflarse y volver el mismo monstruo que hoy combaten pero eso depende de un trabajo coordinado entre las Autoridades y la Ciudadanía del resto del país.

Pedirle a los ciudadanos que abandonen y dejen las armas solo porque se ha realizado un magno operativo (el tercero luego de 2 previos sin ningún resultado más allá de los discursos oficiales) y ya hay soldados y policías en las calles es caer en el mismo argumento que dio inició a 13 años de muerte y sangre: “Para que la droga no llegue a tus hijos” pese a que la droga sigue llegando y los grupos criminales tomaron control como nunca antes en la historia de México de más del 70% de su territorio.
Evidentemente durante poco más de 13 años, más que un partido o una persona, las diferentes estructuras que componen esto que llamamos Gobierno de México no han sido capaces de lidiar con esto. La desconfianza civil es predecible y, como vimos al inicio de esta reflexión, incluso Constitucional (“…que la Nación me lo demande.”)

Empezando desde Cherán hasta Apatzingan, estos grupos que dijeron “basta” al crimen y funcionarios corruptos nos dan justo la misma lección que nos dieron las “Adelitas” y los caudillos del 1910 que tanto decimos celebrar con orgullo cada 15 de septiembre :
El pueblo unido, jamás será vencido (con o sin el uso de armas)



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